La Ansiedad: esa compañera desconocida

¡Tengo una ansiedad que no veas!, ¡el corazón se me va a salir por la boca!, ¡no puedo dormir ni pienso con claridad! ¡Es que padece de los nervios! ¡Tengo varios tics en los ojos y no paran!

¿Te suenan estas frases? A mí también. Forman parte del cotidiano de nuestra vida, llena de tantas actividades, tantas presiones, tantas cosas a las que llegar para volver a acostarnos, si podemos, dormir, y luego volver a continuar con la vorágine de la vida.

La ansiedad a veces es como esa persona que se sienta en el asiento de al lado en el tren y no para de hablarte y preguntarte por tu vida o te cuenta la suya cuando lo único que deseas es leer un rato ese libro que dejaste para ese momento, escuchar la música de tu Spotify o simplemente dormir. Esa compañera de camino, esa misteriosa desconocida a la que tanto odiamos y tanto huimos de ella es una respuesta que genera nuestro organismo para defenderse de lo que está sucediendo en nuestro entorno.

La ansiedad es biológica. Me explico: necesitamos del sistema de alerta para huir o luchar de lo que nuestro mundo interno considera “enemigo”.  Es necesaria para la supervivencia y sirve para resolver las amenazas de nuestro entorno. Si un león viene a comerme, necesito agitarme, y resolver si huyo, lucho o me bloqueo para sobrevivir.

Voy a poner un poco de teoría para que nos entendamos. Dentro de nosotros se encuentra el Sistema Nervioso Autónomo (SNA), que forma parte del sistema nervioso periférico y que se encarga de gestionar muchas funciones, entre ellas la frecuencia respiratoria, la digestión y la frecuencia de nuestro corazón. Dentro de este SNA, nos encontramos con dos subsistemas complementarios (cuando uno se pone en funcionamiento, el otro se inhibe): el Sistema Nervioso Simpático y el Sistema Nervioso Parasimpático.

Lxs psicólogxs hablamos mucho de estos dos sistemas en terapia porque son los que nos ayudan a tranquilizarnos o a ponernos en funcionamiento. Si el parasimpático se activa, nos encontramos en inmovilización, si el simpático lo hace, será para movernos.

Stephen Porges, psiquiatra y neurocientífico, ideó una teoría llamada polivagal en la que plantea que el ser humano no solo tiene estos dos tipos de respuesta ante una situación estresante: o lucho/huyo, o me colapso/desmayo. También habría una tercera forma más evolucionada que es la de necesitar el contacto social, la mirada, el tacto para tranquilizarnos. El ser humano es un ser social, mamífero, que va aprendiendo a regularse y a tranquilizarse a través del desarrollo de las relaciones con las otras personas, sobre todo de nuestros primeros cuidadores. Si ante situaciones que se consideran amenazantes, mis cuidadores no están ayudándome a regular, no me tranquilizan, no me dicen lo que está pasando, se generan situaciones de alerta que van a activar el sistema nervioso simpático, ese que me ayuda a segregar unas sustancias como el cortisol, que me preparan para la acción: ¿puedo luchar? Lo hago, ¿no puedo? Huyo. Si igualmente, ese león que estaba ahí para comerme me puede coger, una de las respuestas que puedo tener es el del bloqueo, “hacerme el muerto”, colapsarme.

Me pregunto (y esto dará lugar para otro artículo) ya que sabemos que el colapso/ bloqueo es una respuesta de nuestro organismo ante situaciones de estrés o alerta importantes, por qué cuando a una mujer es violada (situación completamente amenazante y en donde peligra la vida) estamos preguntándonos si gritó o pataleó. NO. Claro que no. NO puede.

Pero volviendo a nuestro tema. Cuando aparece la ansiedad, se activa el sistema nervioso simpático. Hay una situación externa amenazante, real o no, que me obliga a luchar o huir. Así, mi cuerpo empieza a segregar un montón de sustancias que me preparan para el movimiento. Cuando he tenido experiencias en mi vida previas que me han dejado secuelas, que me han impedido entender qué pasó con lo que fue amenazante se activan cada vez que algo, por mínimo que sea, me recuerde o conecte con esto que fue.

Por eso la ansiedad es un indicador de algo que fue y no se solucionó. Si huimos de ella, no construiremos ni sabremos qué fue lo que pasó para poder entenderlo, acunarnos y sanarnos. Para poder soltar lo que fue y lo que ya no está y poder respirar de una manera más libre y grande.

En Mayam proponemos trabajar la ansiedad desde esta óptica. Es un mensaje que me manda mi organismo para decirme que algo no está funcionando, que algo que pasó sigue molestando o que algo que está en mi presente me está generando mucho ruido. Prestar atención a las señales será un buen aprendizaje para tu camino.

¿Te apuntas?